miércoles, 25 de agosto de 2010
Y ahora que.
Me gusta saber que estás ahí, me gusta ser cosciente de que siempre que vuelves es para hacer daño. Al menos lo sé, al menos se que la culpa de mi amargura es mía y sólo mia. Podría remediar el dolor parando todo esto, diciendo ya basta... pero no lo hago... y esa es mi perdición y mi camino hacia ella. Quizás el dolor se dome con el simple echo del paso del tiempo, el ser humano es capaz de acostumbrarse a cosas que ni el ser humano sabe, por eso poco a poco imagino que me irán doliendo menos las cosas, eso siempre que no decidas volver a marcharte, entonces mi perdición quizás sea tan grande que ya no pueda hacer nada. Eres una persona sencillamente perfecta, tienes todo lo que yo desearía compartir con alguien, no te veo ningún defecto a pesar de saber que tienes muchos más que el resto de la gente, pero así es el amor, ciego e incondicional, si es que esto es amor. Para mi sorpresa has estado ahí cuando lo he necesitado, es irónico pensar que tú pudieses ayudarme, cuando la mayoría de los malos tragos son por tí, no por tu culpa, si no por tu presencia inesperada, por las vueltas que das a la vida y por tus inquietudes. No puedo negar que te deseo lo mejor, que no hay rencor que valga, y que eres mejor persona de lo que todo el mundo cree.
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