martes, 5 de octubre de 2010


Aunque la situación sea la que es, todavía me sobran mil motivos para sonreir.

Porque entraste como una piedra tirada por ni niño a la ventana de una habitación y caiste al suelo dejando tras tu paso los cristales del ventanal roto. Hubo tiempos de verdadera tempestad, de frío helado, el cual sin consuelo entraba por la ventana sin preguntar, haciendo presencia, haciendo daño. Hoy soy más fuerte y poco a poco sin tener conocimiento ni de como arreglar dicha ventana, lo voy consiguiendo. Porque sólo con proponerlo, ya puedes hacer grandes cosas. Y aunque todavía sienta el frío del pequeño agujero que aun queda por cerrar, ya solo es brisa.





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