lunes, 24 de enero de 2011

domingo, 16 de enero de 2011

II

Me desperté con calor aquella mañana, el frío invierno y el vapor saliendo de las alcantarillas se había esfumado. A mi lado se encontraba una preciosa mujer, que dormía profundamente, sin sospechar que quizás no volvería a verme. Abri el armario me vestí con ropa deportiva y salí de casa haciéndo el menor ruido posible. Dejé el movil apagado por si a aquella maravillosa mujer de ojos verdes, se le ocurría llamarme. Y si mis cálculos no fallaban, dormiría hasta estar totalmente descansada, se levantaría, me buscaría en el baño, en la cocina, en el salón y se dispondría a buscar su móvil para localizarme, con tan mala suerte que yo, lo tendría apagado. Se sentaría todavía en ropa interior en la cama, intentando varias veces que diese señal, y a la desesperación comenzaría a vestirse, se pensaría dos veces si hacer la cama antes de hacerla, para más tarde tirar de la puerta y marcharse a su casa. Y no volver a saber nada mas de mi. Y yo mientras tanto con el corazón acelerado, correría por el parque como cada mañana, con la esperanza de que, cuando volviese a casa para ducharme y comer, ya no habría nadie. Muchas veces me he encontrado con mujeres optimistas, que esperaban mi llegada, algunas incluso con un tentempié preparado, que trás la espera había quedado frío. En esas ocasiones me tocaba actuar, y confesar, que aunque me lo había pasado muy bien aquella noche, y realmente era encantadora, en mi armario no cabía lugar para unos tacones, ni en mi cuarto de baño se necesitaba un cepillo de dientes de más.

jueves, 13 de enero de 2011

Parte I

Supe que encontré la verdadera razón para vivir cuando la vi cruzando la calle, de puntillas mirando a ambos lados esperaba inpaciente la luz verde del semáforo, se la notaba inquieta, con prisas. LLevaba un abrigo rojo junto con unos guantes de lana de varios colores, sin duda llamaba la atención entre la multitud de gente. El semáforo, parpadeó amarillento, ella se quitó el gorro que calentaba sus orejas, como para coger impulso. Verde. Empezó a andar deprisa, como aquella gacela que no corría por no llamar la atención del león, aunque en este caso no lo consiguiese. La velocidad de sus andares no pasaba desapercibida, su cabeza ahora descubierta dejaba al viento una melena larga y marrón, bastante entretenida. Yo, al otro lado de la calle, disfrutaba de un café demasiado caliente, y limpiando el vaho que se formaba en la ventana por el frío de fuera, la vi desaparecer entre la muchedumbre. Y aunque yo no lo supuese, ese no sería el único día que viese aquellos guantes de colores.

No obstante, y ante aquel maravilloso espectáculo, delante de mi se encontraba una preciosa mujer, que hasta ese momento pense que no tenía nada que envidiar a ninguna otra. Me dí cuenta de mi falta de respeto al escuchar como me contaba una historia reciente de su hermano, y reconociento que no me había enterado de nada, pedí perdón y volví a centrar la atención en lo que aquella fascinante mujer me decía, pero sin conseguir quitarme de la cabeza, ni aquel abrigo rojo, ni mi lengua chamuscada por aquel café. Aún así, esa noche no dormí sólo. He de decir, y sin ningún afán de alardear de mis consquistas, que suelo dormir acompañado, y las noches en las que si duermo sólo se deben siempre a mi propia voluntad. ¿Y por qué?
porque nunca he encontado mujer que me acepte en mi locura, que me entienda, y que no espere de mí, más de lo que puedo ofrecer. No he encontrado mujer que se solidarice con mi carácter. Y las veces que intenté vencer al mundo para que la relación con dichas, fuera posible, esperaban ramos de flores, cartas, bombones, velas o incluso me intentaban subir a un altar. Sin entender, que no quiero más que una compañera de viaje, a la que soprender de vez en cuanto, con pequeñas tonterías, a la que le importa el día de hoy, sin tener en cuenta lo que pasará, aquella que no se ponga como un basílisco porque olvidé un aniversario, y en vez de colocarme la ropa, espere a que lo haga yo, riéndose de lo desordenado que puedo llegar a ser. Aquella mujer, que conozca perfectamente a mis amigos, y aún asi confíe en mi. Que no espere cartas, bombones ni flores. Si no llamadas de teléfono sorpresas, o escapadas a cual lugar, sin nada premeditado. Que cuando se despierte, aunque yo ya no este, sepa que volveré, sin desesperarse ni ponerse histérica porque una vez más se ha despertado sola. Y tras mucho buscar a esa mujer, me di cuenta de que quizás pedía demasiado, por eso decidí acostarme acompañado y levantarme solo y en silencio. A muchas hice daño y soy consciente de ello, pero nunca fue para nada mi intención.

Sin embargo, aquellos guantes de colores no se borraron de mi cabeza en varíos días, y sin intuir porque, presentí, que pronto volvería a verlos. Aunque tuviese que viajar para ello...

lunes, 10 de enero de 2011

''Te has vuelto loca''

Aún después de todo te dire que el verdadero romanticisimo, no esta en la luz de la luna, en las velas o en las flores. Nada vale la pena sin alguien que te haga hacer locuras, alguien que te haga ser incoherente. Que llegue y te anime a hacer cosas de las que no te creías capaz y que arrastre tus miedos, con tus principios y tus valores, tus ''yo nunca'' o tus ''yo qué va''. Alguien que te empuje al vacío de la vida que no es más que la verdadera vida, la que se vive intensamente, sin pensar '' puede salirme todo mal ''. Como lanzarte hacía el río desde un puente, sabiendo que ciegamente confías en ese loco incoherente que te espera arriba y que al contrario que el resto del mundo, cuando vuelvas a subir, te dirá ''asi se hace'' en vez del tipico'' te has vuelto loca''.