domingo, 27 de febrero de 2011
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Supongo que tras ver salir el sol cada mañana, te vas acostumbrando a la extraña sensación del vacío, de despertarte sin compartir la almohada y de seguir haciendo café para dos, sabiendo que sobrará, e incluso a veces para impedirlo tomando sobredosis de cafeína. Estas bien, no tienes dolencias físicas, tienes un plato cada día en la mesa para comer y todavía te conmuebe la vida. Has salido adelante, pero eso no quiere decir que todavía exista un hueco vacío por llenar, y que para tu asombro es tan extrañamente único, que cuesta llenar ese hueco con cualquier cosa, y más aún sabiendo, que ese hueco un día no estuvo vacío. Y seguirás buscando sin hallar solución, acostumbrandote a no respirar hondo para el hueco no duela en exceso. Sabes que necesitas a alguien con quien compartir esa taza de café por las mañanas, aunque no necesariamente sea café. Sabes que no es lo mismo despertar y verte reflejado en otros ojos, que sin duda serán preciosos incluso con legañas. Y aunque lo sabes, te acostumbras a esperar, a soñar despierto y vivir soñando, a creer que algún día las cosas cambiarán. Y lo harán.
sábado, 26 de febrero de 2011
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Es lo que sucede cuando dos personas no se corresponden pero desafiando al destino se juntan por un momento. El instante será como la más hermosa sensación, como las mejores vistas al mar, como andar por la roca y llegar a la arena. La libertad de sentir que son sólo aquellos labios con los que siempre has soñado, es esa única mirada la culpable de hacerte sentir tan estúpidamente feliz. Y al no ser correspondido vives la sensación y la belleza a un grado superlativo, porque has sido elegido para desafíar las leyes, para vivir el momento. Y será dificil andar pudiendo volar, pero quizás sea la única manera de no chocar contra el suelo cuando ese maravilloso sueño, se esfume, dejando la huella de una increible sensación irrepetible que te hace pensar que nunca fue un sueño
martes, 1 de febrero de 2011
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Algo me impide parar esto, algo me lleva hacia adelante y me eleva como eleva el viento del suelo las hojas en el más frío de los otoños, inexplicablemente, algo me hace avanzar, y me eleva hasta la más infinita de las alturas, sobrepasando el paisaje, sobrevolando el cielo. Y sigo subiendo a pesar, de creer firmemente que me estoy equivocando, que mis pies están llegando demasiado lejos, y que cuánto más alto este del suelo, peor será la caida... y tiempo al tiempo, y golpe a golpe, seguiré siendo la misma estúpida que por volar más alto, se rompió en mil pedazos.
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