domingo, 27 de febrero de 2011
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Supongo que tras ver salir el sol cada mañana, te vas acostumbrando a la extraña sensación del vacío, de despertarte sin compartir la almohada y de seguir haciendo café para dos, sabiendo que sobrará, e incluso a veces para impedirlo tomando sobredosis de cafeína. Estas bien, no tienes dolencias físicas, tienes un plato cada día en la mesa para comer y todavía te conmuebe la vida. Has salido adelante, pero eso no quiere decir que todavía exista un hueco vacío por llenar, y que para tu asombro es tan extrañamente único, que cuesta llenar ese hueco con cualquier cosa, y más aún sabiendo, que ese hueco un día no estuvo vacío. Y seguirás buscando sin hallar solución, acostumbrandote a no respirar hondo para el hueco no duela en exceso. Sabes que necesitas a alguien con quien compartir esa taza de café por las mañanas, aunque no necesariamente sea café. Sabes que no es lo mismo despertar y verte reflejado en otros ojos, que sin duda serán preciosos incluso con legañas. Y aunque lo sabes, te acostumbras a esperar, a soñar despierto y vivir soñando, a creer que algún día las cosas cambiarán. Y lo harán.
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