He visto a la luna suspendida en el cielo, como un regalo a la ensoñación del hombre, mi fantasía llegó a su cumbre cuando en la tierra creí que estaba sola.
He visto su cara iluminada y bella y a su manto de luz alumbrar la noche oscura, en un instante me parecía ella. Me quedé dormida en su eterna noche y en su dulce sueño. Llegó la hermosa mañana y se fue a otra noche, se fue a otra parte del mundo, donde personas como yo la recibirían, pero yo era su amada aunque sólo por momentos.
domingo, 20 de diciembre de 2009
domingo, 13 de diciembre de 2009
Noche oscura

El brillo en los ojos desapareció con el paso de los meses, su risa no salía del corazón, solo era una bocanada de aire seguramente falso y el invierno dejo de ser sólo frío para ser helado y amargante.
Su situación personal era inexistente, aunque esto no le estrañaba, pues siempre había sido así.
Esta pena le embargaba los sueños todas las noches. No sabía si algún día con el paso del tiempo volvería a ser la que era, de todos modos ya no le importaba. Cada noche se sentaba en el alzeifar de la ventana acompañada por la luna, mirando las calles oscuras que se podían ver desde su casa. La noche era más parecida a ella de lo que pensaba. No obstante nunca perdió la esperanza, pues durante todas esas noches nunca vió la oscuridad absoluta, le acompañaba esa luz de luna que como ella pasaba las noches en vela. Sabía que pronto dejaría de verla, pues el sol y sus rayos la destronaban todas las noches.
Una noche más, cansada, se sentó junto a la ventana, a la luz de la luna, que brillaba con especial interés esa noche. Seria y triste, como ella era, contempló la calle vacía durante unos minutos, tan oscura, tan desprotegida, tan oculta, e insegura. Sintió escalofríos. Pensó vagamente en un recuerdo de verano, que nada tenía que ver con aquella escena, pero, para que engañarse, No podía negar que la calle era como ella, y por eso a esas horas de la noche, estaba vacía, al igual que ella estaba sola.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
No era amor.

martes, 8 de diciembre de 2009
Alemania. Carta de una madre

Ella siempre había trabajado, aún así siempre encontraba hueco para jugar con sus hermanos. Trabajaba desde muy temprano hasta que llegaba el atardecer, si tenía suerte ese día tal vez tendría algo para llevarse a la boca. Sus hermanos eran unos niños muy humildes, lo que no quitaba que tuviesen que robar mendrugos de pan de vez en cuando para llenar el estomago vacío desde hacía ya muchos días.
Así era la vida de Eli, su familia a pesar de todo siempre había permanecido unida, y aunque recientemente habían sufrido la muerte de uno de los hermanos, seguían adelante. Sus vecinos eran una familia encantadora de sólo cuatro personas, y digo sólo porque en la familia de Eli eran siete. Eran amables, sencillos..Pero tenían tanto que temer.. Habían nacido con unas creencias que no eran propias del país, siempre habían tenido que huir de lugar, siempre eran perseguidos. Si no recuerdo mal el pasado verano, los hombres grises le destrozaron la barbería. Mi casa se encontraba un poco más alejada, hacía mucho que no veía a mi familia pues se encontraban al otro lado de aquel muro al que tanto odiaba.
No podía quejarme, todos estábamos viviendo situaciones difíciles, nunca entendí porque mis hijos estaban obligados a trabajar 14 horas mientras que otros por ser quienes eran tenían clases, estudios o se les entregaba la oportunidad de sumergirse en la riqueza de los libros, de la imaginación. Era quizás la mala suerte en la vida. Esos niños recibieron el calor de un hogar, la comida caliente en el plato, no una vez, si no tres veces al día, la oportunidad de tener tiempo para divertirse, niños libres. Mientras los míos muchas veces robaban para comer y los más mayores, se quedaban desnutridos al compartir su comida con los menores de la casa. Injusticia.
Mi marido ya hace mucho que dejó un vacío en esta casa. Hace unos años estuvo obligado a servir al ejército de tierra, se fue, y me prometió que volvería, cosa que nunca hizo. No le culpo, se que murió por salvarnos, por sacarnos adelante, y yo si hace falta ahora también moriré porque mis hijos crezcan sanos y algún día se puedan encontrar con el resto de la familia que se encuentran al otro lado del muro de piedra. Lucharé y no me rendiré nunca.
Yo en mi infancia fui muy feliz, vivía en una casa con muchas habitaciones, casi todas desocupadas, mis padres nunca estaban en casa, se puede decir que siempre he estado sola.
Lo tenía todo, pero lo deje, abandone todo por amor, si, como todos pensáis me enamoré de un judío, como podéis imaginar mi familia no lo entendió. Luche por aquello que me hacía sentir viva, y aunque ahora ya no este, se que mereció la pena. Me quedé sin nada para tenerle y ahora me han quitado todo.
Escribo esta carta como niña afortunada en mi infancia que tuvo el privilegio de aprender a escribir, la escribo porque no creo que me quede mucho por vivir, tengo la esperanza de que todavía exista gente buena en el mundo, personas como mi marido, y pido que si me pasa algo, mis hijos puedan ir con sus abuelos, se que atravesar el muro no es fácil, pero rezo para que no sea imposible. Por favor señor dejes le vivir. Aunque yo me vaya mi alma se queda aquí. Y desde el cielo seguiré luchando, junto con mi marido, seguiré luchando.
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