viernes, 5 de noviembre de 2010

la luna gitana y el sol poeta (Parte I)

Me desvela el sueño la incertidumbre de conocer el mundo que me rodea. Llevo varios años leyendo en mi posada, investigando las estrellas, y revisando las teorías de filósofos que al igual que yo, no llegaron a ninguna conclusión. Mi pasión es la astrología, me parece verdadera magia que haya un sol y una luna en el cielo, me intriga el poder que tienen para sostenerse, pues no consigo averiguar desde la tierra nada de lo que deseo encontrar. Como siempre he antepuesto mis absurdas investigaciones a mi persona, antes que nada soy Olaya. Vivo en una pequeña ciudad Circense en Alejandría. Soy una persona dedicada a mi trabajo, no suelo tener amigos, la mayoría de las personas me casan con la literatura y las ciencias y no se dan cuenta de que al igual que ellos, yo también soy persona. He estudiado en algunas escuelas pero nunca he hallado la respuesta que anhelo encontrar. Me encuentro sola, pero no me importa si al final de mi vida encuentro lo que deseo. Llevo varios años desesperada por entender el sistema de rotación de la tierra, que claramente no es plana. No he podido publicar mis textos porque en esta época en la que yo vivo puedo ser condenada a muerte. Pero lo que realmente me quita el sueño, son los eclipses, tengo mil folios en blanco sobre la mesa de mi humilde hogar, esperando ser llenados por teorías que no me vienen a la mente ¿Cómo es posible ver a la vez a la luna y al sol? Y no sólo eso ¿Cómo es posible que incluso uno tape al otro? Siempre he pensando que la luna y el sol tenían funciones separadas, que no había ninguna relación entre ellos, pues bien creo que me equivocaba. Quizás ande mal encaminada pues el sueño de varios días me impide pensar con claridad. No entiendo ni a la luna ni entiendo al Sol. Una noche más sentada en la ventana de mi casa a la luz de la llama que ya apenas alumbraba, me quede dormida. Soñé que volaba y una vez más quise volar tan alto que me encontré con el Sol, que escandalizado me preguntó, -¿que haces por aquí niña? te recomiendo que no te quedes y vuelvas por donde vienes, pues aquí me paso las horas sólo,y en verano trabajo incluso más, tengo que observar como los afortunados que estáis ahí abajo os bañáis en las fuentes, jugáis en las calles, o sacáis vuestros vestidos cortos a pasear, mientras ami nadie me mira, e incluso alguno maldice el calor que desprendo. Pero eso no es lo que más duele, cuando llega mi hora de descansar y me encuentro al ras de la montaña con medio cuerpo ya escondido la veo en el cielo.
Sorprendida ante tal conversación pregunte - ¿A quién ves?-
-¡Pues a quien va a ser! a la luna niña, a la luna. La veo aparecer todas las noches, pero siempre lo hace cuando yo me escondo. Cambia cada cierto tiempo, unas veces esta blanca y delgada otras veces, está llena , e incluso hay días de invierno que por las nubes, sus compañeras y las mías, ni la suelo ver. Si tú la vieses niña, que perfecta es.
-¿y nunca se lo ha dicho?
- ¡Que impertinente! ¿Cómo se lo voy a decir? nunca encuentro el momento, las veces que la veo son muy escasas.
-Pero yo tengo entendido que el Sol y la Luna en las noches de eclipse se juntan.
-Ya niña, pero eso pasa una vez cada mucho tiempo, y las veces que ha pasado, o me ha dejado atónito o cobarde de mí, no he sacado el valor necesario. Y así viviré eternamente, pues cuando ella sale yo entro, y no hay Dios ni naturaleza que sepa o pueda cambiar mi desventura, que verla de lejos para mí ya es un motivo suficiente como para salir radiante, al día siguiente. Y que no te engañe la poca luz que llega a tu casa la tierra, que si se nubla nunca fue por mi culpa, siempre fue de las nubes. Y los colores naranjas, amarillos e incluso rojos que se forman tras los atardeceres tanto veraniegos como invernales, son porque se me ilumina el corazón cuando la veo salir con su luz tenue. Tengo entendido que cuando se apodera de la noche, es mucho más preciosa de lo que yo puedo imaginar, que se posa a llorar en lo alto del cielo cantando nanas gitanas con su voz ahogada en el viento. ¿Porqué llorará me pregunto yo? Si ella al menos tiene a sus estrellas que aunque no sean siempre fugaces son algo más que una simple compañía.

-Si me lo permites te diré, amigo sol, que al igual que tu y por mucha compañía que crees que puede tener, La Luna se siente sola, no sabes como yo, lo que es pasarte la noche en vela y observar lo que ella debe observar, el frío de los parques sin luz, los sin techo reclamando un par de mantas o la soledad, la dura soledad de las calles, y eso es algo que tu, querido Sol nunca entenderás, pues dichosos son los que hacen compañía a la luna desde la tierra, aquellos que trasnochan, aquellos a los que tu poco ves, pues cuando tu sales ellos duermen. Aquellos son los completos vividores de la vida. Los que hacen que la luna nunca este del todo sola. No estáis destinados a estar juntos, vuestra función nunca ha sido ni será la misma, pero valiente amigo no te acobardes pues siempre os quedará el eclipse.

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