sábado, 27 de febrero de 2016
Tenía en frente unas vistas maravillosas, podía oler un tenue olor a jazmín que subía por la colina y sólo se veía vegetación desde allí arriba, centenares de árboles de los que sólo se podía llegar a alcanzar ver la copa a tal altura, los pájaros de vez en cuando con su ruido hacían notar su presencia y el viento en más de una ocasión la alborotaba el pelo sin condiciones.
No había nada que incitase más a querer sentirse libre.
Se sentó en la roca más próxima y espero a que el sol decidiese que ya era demasiado tarde para él.
Y con resignación se conformó con aquellas vistas, que la llenaban los sentidos y le erizaban la piel, pronto tendría que volver a su vida, fuera del páramo, y sabía que era hora de tomar decisiones difíciles, por eso, quiso esperar a la luna, no fuese a darle algún consejo o al menos, algún atisbo de inspiración y valor para ser sincera consigo misma. Una vez que apareció la primera estrella en el cielo, había llegado la hora de dejar de coger impulso para decidirse a actuar. Y fue entonces cuando decidió tomar las riendas de su vida.
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